La alegría caprichosa de la cena

De los muchos rituales que los últimos años han trastocado, la cena parece, a primera vista, ser el más menor. Y, sin embargo, hay pocas tradiciones que se hayan visto tan profundamente afectadas. No solo por Covid-19, tampoco: la idea de sentarse con otras personas, algunos de ellos extraños para usted, algunos de los cuales pueden tener opiniones políticas diferentes, incluso impactantes, se siente como una reliquia de una era perdida.

Pero las cenas siempre han sido asuntos potencialmente combustibles. Tome un grupo de personas (todas en varios estados de ánimo y estados de ánimo), ubíquelas en un contexto regido no por la ley sino por las expectativas sociales, agregue unas cuantas botellas de alcohol y tendrá un polvorín potencial. Es por eso que anhelamos las cenas y por qué también las tememos (y por qué siempre han sido un forraje tan rico para los satíricos). La pesadilla de un anfitrión: un invitado que se porta mal; un desacuerdo que se acelera hasta convertirse en una pelea en toda regla, puede convertirse en un arte delicioso.



Sin embargo, en el mejor de los casos, una cena es un acto de comunión. Se define por la generosidad: alguien te está alimentando; alguien te está invitando a sentarte con ellos. Es un gesto de pacificación, de intimidad, de confianza. Y es ese espíritu el que anima este número, en el que visitamos 12 cenas, cada una organizada por diferentes artistas o personas creativas, desde Tokio hasta Nueva Orleans, desde Londres hasta Los Ángeles. Queríamos saber cómo se reunía la gente estos días: ¿De qué hablaban (y de qué no hablaban)? ¿Qué estaban comiendo? ¿Qué estaban escuchando? Y aunque no le preguntamos explícitamente a nadie sobre el covid, el tema se cernía sobre casi todas las entrevistas, a veces en forma de alivio, otras veces en forma de ansiedades no expresadas: ¿Qué nos traerá este invierno a todos? ¿La capacidad de recolectar es solo un privilegio estacional o ha regresado para siempre? Cualquier anfitrión experimentado le dirá que una cena memorable requiere cierto grado de imprevisibilidad, y en este, nuestro tercer año impredecible consecutivo, tal vez sea útil recordar eso. Porque si todas las cenas memorables comparten un elemento de incontrolable, también comparten otra cualidad: son una oportunidad para dar gracias, para mirar a las personas con las que pasas tu vida y recordar que incluso la alegría complicada sigue siendo, en el final, alegría.

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